Leyendo a bell hooks, me topé con esto:
Le pregunté a (mis estudiantes): “Si han cerrado su corazón, si han cerrado su conciencia emocional, entonces, ¿saben cómo amar a sus hijos? ¿Dónde y cuándo aprendieron la práctica del amor?”. (Uno de ellos) me dice a mí y a los otros hombres que se sientan en nuestro círculo de amor: “Solo pienso en lo que haría mi padre y hago lo contrario”.[1]
Y me puso a pensar cosas. Concretamente, dónde encaja mi capacidad de procesar el amor, y de dónde me estoy agarrando para amar a otras personas, en particular a infancias, si me encuentro en la misma situación que los muchachos descritos en el libro. Es verdad que veo a mi padre y me doy cuenta que no quiero ser así con la infancia que vaya a engendrar/adoptar/conseguir mediante la Ley de la Sorpresa[2], pero no creo que "hacer lo contrario" sea mi estrategia, principalmente porque no sé bien qué hacía mi papá conmigo. En ocasiones me encuentro imaginando a mi futura infancia enojada, triste, cometiendo errores, explorando el mundo nuevo que se le presenta ante sus ojos, oídos y/o manos y pies. Inevitablemente, me veo a mí de niño. Supongo que de ahí puedo saber más o menos cómo puedo hacerle para amar a un infante.
Cuando era niño, como podrán imaginarse, cometía errores. Algunos eran errores fácilmente arreglables y otros no tanto. Cada que me equivocaba recuerdo patentemente lo mucho que me dolía darme cuenta de eso. Me sentía vulnerable, triste, decepcionado. Tenía una intensa necesidad de recibir apoyo externo (o como alguien con quien ya no hablo desde hace casi dos años me mostró cómo llamarle, contención emocional). Pocas veces recuerdo haberla recibido de mi padre. Creía que era buena idea no tratarme con ternura en esos momentos, habrá tenido sus razones. En general sabía que cada que llorara, si bien me iba, mi mamá iba a estar ahí para tratarme con ternura. Conforme crecía, las oportunidades para llegar ahí se hicieron cada vez más reducidas, entonces en algún momento de mi adolescencia me entrené a reprimir mi llanto, entonces cada que sentía el estrés anterior a la crisis de llanto, nada salía. En vez de eso, bostezaba. Por tanto, cada que me sentía triste, terminaba primero dormido que moquiento y lloroso. Estoy seguro que no lo hice a propósito pero el ver que cuando mostraba mi tristeza la tenía que cargar solo, y solo pesa el doble, opté por cambiar mi estrategia. A la fecha no sé bien cómo desentrenar esa habilidad, pero para mi suerte no la sublimé en enojo o arrebatos violentos. Recuerdo exactamente lo que me hubiera querido escuchar, sentir y ver de parte de mi padre cuando me pasaban cosas así. Esas son las cosas que buscaré hacer con la niña o el niño que llegue a mi vida. No sé si eso sea "saber amar", pero si resulta ser la mitad de lo que soy yo, respecto a su personalidad, quiero pensar que va a sentirse mejor.
En este momento no hay mucho que pueda hacer para probar esta teoría, ya que sólo haciendo se aprende. Hasta que el día llegue podré actualizarles. Qué pena.
[1] | hooks, bell, 1952-2021. (2004). The will to change : men, masculinity, and love. New York :Atria Books. |
[2] | esto es de The Witcher. |